Con la sección de defunciones del periódico local me hice unas alas de papel.
Entre mis alas viajaban la vecina, el panadero, la niña que siempre admire, el niño que nunca supo andar...
Y alguien lloró por ellos.
Y justo cuando estaba sobrevolando 10.000 vidas a 100 metros, mis alas necrológicas empezaban a volverse pasta de papel. Las lágrimas derritieron el papel, y caí en el mar.
En el agua, convertí mis alas deshechas en un barco. La sal del mar lo encartonó, y convirtió las lágrimas en pequeños cristales de sal.
Entre mi barco viajaban la vecina con el panadero, la niña que tanto admire con el niño que nunca supo andar...
Y alguien lloró por ellos.
Llegue a la costa y anclé el barco. Y justo cuando iba a bajar del barco, la sal se deshizo, y me saló todo el cuerpo. El barco se convirtió en pasta de papel, y se mezcló con los granos de arena. Tantos granos de arena recorridos, partículas alegres de frutos dormidos, tantas vidas deshechas.
Y decidí alejarme de esas páginas necrológicas. Con mi cuerpo salado, y es que me endulzo cuando tengo que ser salada y me salo cuando tengo que ser dulce.
Seguridad extrema. Ningún miedo a lo que pueda pasar, al arrepentimiento. Agarra la pistola con una mano, con la otra, agarra una foto. La foto de un niño pequeño.
Su dedo aprieta el gatillo.
Y en un segundo, miles de cosas pasan por su mente. No son imágenes de su vida en forma de película americana. No. Solo pasan dos imágenes por su cabeza.
Una, la última imagen que ha visto. Ella misma delante del espejo, el rimel sobre sus mejillas, rendido a las lágrimas. Mirada decidida, labios temblorosos.
Dos, la foto. La foto que agarraba con la otra mano, un niño pelirrojo, de ojos azules y pecas en toda la cara. Mellado y con la cara llena de barro. Su hijo.
Y a partir de esas dos imágenes, le llega el arrepentimiento. Tarde.
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-El arte del suicidio no existe,
el suicidio no es un arte.
Perdón por informarte tan tarde, perdón por no decirte que suicidándote no eres más interesante. Nunca te distes cuenta de que el mundo no terminaría cuando tu murieras, nunca pensaste en nadie más que en ti.
Tus ojos azules y brillantes hacen un pulso con mis ojos marrones y sin vida. Esta claro quien va a ganar. De fondo, suena Champagne Supernova. El resto de las personas no existen, solo nuestros ojos. El primero que llore, el primero que se de cuenta de lo que va a pasar, pierde.
Y sin quererlo, mi ojo suelta una lágrima. La noto caer por mi mejilla, caliente. Un leve cosquilleo me recorre el cuerpo.
Tú, sin darme la oportunidad de ver a tus ojos rendirse y derramar una lagrima, te levantas de la silla y te vas. No dices nada, los dos sabemos que un adiós es lo único bonito que puede salir de nuestras bocas.
Veo tu cuerpo salir de la habitación. Y yo, sigo ahí sentada, y mis lágrimas caen libres desde el momento en que te has levantado.
Y de golpe me doy cuenta de que te has dejado algo, a lo mejor vuelves a buscarlo. Te has dejado tu cuerpo. ¿Te has ido solo con tu alma?
Y te conocí a ti, y me di cuenta de que nadie es perfecto
No se porque, pero esto se lo he mandado a un numero de móvil que me he inventado. Ha sido un impulso, una tontería.
Y ahora no me paran de llamar desde ese número, y no tengo ganas de que me pregunten quien soy, o me interroguen.
Le he llamado.
- Piiii....Piiiiii...
- ¿Dígame?
Y le he colgado. Es una mujer. Tiene más de 25 años seguro.
DOS COSAS EN COMUN:
-ODIAMOS LOS LUNES.
-NOS GUSTA DORMIR.
Siempre le has tenido asco a los sapos.
Quiero ser un sapo.
Para darte asco, para que cuando me veas, sientas asco.
Quiero ser un sapo para que me desprecies, me pises, me humilles...
Y luego, volver a mi forma humana, y reprocharte todas las veces que me pisaste, todas las veces que me humillaste. Todo el desprecio.... Y hacerte sentir mal.
Siempre le he tenido asco a los pulpos, deja de serlo.
En muchas tutorías, nos hacen poner tres adjetivos de cada persona. Todo es anónimo, etc.
Ayer, limpiando mi habitación, encontré dos papeles que debían ser de una tutoría de estas.
En el primer papel, que era el más viejo, ponía esto:
(El concepto de 3 adjetivos poca gente lo entendió)
- Sincera, amable, graciosa.
- Muy simpática y muy graciosa.
- Simpática y alegre.
- Agradable y trabajadora.
- Simpática, amable, graciosa.
- Simpática, agradable y una persona de confianza.
- Bona persona, simpática, amable y cariñosa.
- Sincera y amable depende con quien.
- Buena chavala.
- Divertida, guapa y buena amiga.
- Divertida, tímida.
- Alocada cuando se aburre y poco trabajadora.
- Trabajadora y puntual.
- Callada, responsable, puntual.
- No la conozco.
En el segundo papel, que es de hace mes y medio o menos, ponía esto:
- Sin comentarios.
- Sin comentarios.
- Los de arriba, comentar aunque sea para ponerle verde. Eres una creída y una lufa*
- De las mejores personas que hay en la clase, es fácil.
- Tú y tus amigos/as estáis acabados.
- La odio, es una marginada porque no va a las discos que vamos todos.
- Lufa, lufa, lufa.
- No cambies nunca nena, que te quiero.
- Lufa
- Fantástica, maravillosa, esplendida. Aprended a poner adjetivos.
- Viste raro, y es rara, no escucha la música de moda. Marginada.
Y cuando lo encontré no pude evitar reírme, me encanta que en mi clase la mayoría me odien.
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En clase somos 29, pero suele faltar la mitad.
Lufa: Catalana
Cuando me desperté salí a fuera a tomar un poco el sol. Ahí estaba el, en el mismo sitio donde lo vi por primera vez. Pero esta vez era un poco más diferente a antes, esta vez sentí algo, no se muy bien el que. Amor, no. Cariño, puede. El pasaba horas ahí de pie, tapado completamente para que el sol no quemara su piel blanca.
Por primera vez en tres meses se sentó a mi lado para hablar. Me dijo que podíamos aumentar las horas para hablar a la semana. Propuso 24 horas al día.
Día a día hablábamos de nosotros, de nuestras vidas. A veces, cuando hablábamos me daba la mano. Y de vez en cuando me la apretaba fuerte, muy fuerte. Y sentía que la mano le ardía.
En sus ojos vi cariño, me dijo que le alegraba haberme conocido, que ninguna mujer le había aguantado las 24 horas del día seguidas.
Los abrazos y las caricias ya no eran una sorpresa, tampoco lo eran las charlas eternas en el tejado durante toda la noche.
Ahora la que no se atrevía a mirarle a los ojos por miedo de encontrar amor era yo. Y el, el que en cada palabra, en cada gesto, me miraba a los ojos.
Una noche me abrazó, y su cuerpo ardía. Ya no era de hielo, no era el hombre de hielo. Las manos le sudaban, su camisera estaba mojada por el sudor, entonces supe que se estaba derritiendo.
Y no pude más y le besé, el tiempo se paró a nuestro alrededor, nos pasamos más de diez minutos ahí de pie, boca con boca. Mirándonos los ojos. Notaba la sangre correr por sus labios carnosos, note como su cara cambiaba de color, entraba en calor, tenia color. Ya no era la cara del primer día blanca y casi transparente.
Pero algo falló, el agua o se evapora o se congela, y mi hombre de hielo se derritió, pero se evaporo.
Después de un tiempo de pasión y amor, el cambió. Pero no se volvió a congelar, se evaporo. A veces, hervía. Otras veces, sacaba humo. Y otras, desaparecía. Todo le era indiferente, en sus ojos no había nada. Otra vez con unos ojos negros, huecos.
Pero esta vez era diferente. Esta vez yo le quería. No me sentía con ganas de volverle como antes. ¿El hombre liquido? Imposible.
Pasó un año y yo me tuve que ir. A el no le importó, me dijo adiós y no hablo más.
El taxi pasó a recogerme por casa. Y ahí estaba el, en el mismo sitio de siempre. Con la piel blanca, blanquísima. Se le notaban todas las venas azules, estaba claro que podría haber sido mi príncipe azul.
Sus ojos, indiferentes, la mirada de indiferencia con la que le recordaría cada vez que pensara en el. ¿Lo había convertido en el hombre de vapor?
A lo mejor, al cabo de unos años, una mujer vendría y el le hablaría de su etapa de hombre de hielo, y de su etapa de hombre de vapor. De las mujeres que causaron sus cambios. Y a lo mejor, ella le convertiría, por fin, en el hombre sólido.
Era un lugar infernal. El calor era insoportable, no había ni una sola planta en todo el lugar, parecía que una gota de agua fuera imposible de encontrarse ahí. Seguramente hacía meses que no llovía. Pero tenía que acostumbrarse, tendría que vivir ahí más de un año. Ojalá le hubiera tocado el trabajo en otra zona...
Fui a la casa donde me iba a hospedar. La verdad es que no me esperaba gran cosa, estando como estaba toda la cuidad, llena de casas derrumbadas y de gente moribunda en cada esquina, e hice bien, la casa era tal y como me la esperaba. Solitaria, no había ninguna casa a más de 800 m., tenía una parte medio derrumbada y todas las paredes estaban agrietadas. Escondido entre un muro derrumbado y un árbol muerto, había un pozo seco.
Mientras inspeccionaba el terreno con la mirada me sorprendió el. Lo vi por primera vez, ahí, mirándome con esa cara de asco y de odio que con el tiempo se me hizo indiferente.
Era el hombre de hielo. Nunca reía, nunca lloraba, no sabia decir te quiero, solo odiaba. Cuando hablaba era para hacerte daño, y cuando te miraba a los ojos era para mostrarte lo que te odiaba.
Era blanco, blanquísimo. Se le notaban todas las venas, azules, aunque estaba claro que no era ningún príncipe azul. Sus ojos, no mostraban ningún sentimiento, eran negros, como su amor. Estaban vacíos de simpatía, de ilusión. Huecos.
Con el tiempo aprendí a convivir con el, aprendí a que no me molestara su mirada penetrarte con la que me atravesaba cada vez que me dirigía a el.
Creo que el también aprendió a convivir conmigo, y aceptar que necesitara tener vida social, que mi necesidad de hablar con alguien era normal.
Así que acepto que habláramos, ni fue fueran tres horas a la semana.
La idea no le entusiasmo, pero a mi me importaba bien poco. Quería demostrarme a mi misma que el hombre de hielo también se derrite, me lo había propuesto.
Cuando era nuestra hora de hablar, le miraba constantemente a los ojos. Le hablaba de mí, de mi vida en mi ciudad, con mi gente. También le conté que había ido a hacer a esa cuidad infernal donde el se había criado.
Después de seis horas (dos semanas) hablando, me permitió que supiera un poco de su vida. Según me contó, siempre había sido de hielo. El niño de hielo, el hombre de hielo. No me lo creí, pero al menos conseguí que me dirigiera la palabra.
En sus ojos por fin vi algo, no era amor, imposible. Pero vi vida. Una chispa más de vida y una menos de odio. Lo estaba consiguiendo, poco a poco, pero daba igual.
Un día me contó que en una ocasión estuvo enamorado. Perdió la cabeza por ella, y ella le dejó por otro. Desde ese día vivía solo, apartado del mundo. Mientras me lo contaba en sus ojos vi odio, pero también vi brillo, que, indiscutiblemente, era amor. Estaba claro que aun no la había olvidado, que aun la quería. Esa misma noche, después de que me contara eso, cuando ya nos íbamos a dormir sentí la necesidad de abrazarle.
No se porque, el corazón me iba a cien, me acerqué a el y le abracé. Note su corazón latir. Su cuerpo parecía el de un muerto, estaba helado, era hielo.
- Hacía años que no me abrazaban...
Me fui a dormir con una sonrisa en la cara, y le deje ahí, con su cuerpo de hielo y en su mirada una chispa más de vida, una menos de odio.
No pude evitar pensar en el antes de dormirme. Ni soñar con el.
John se levantó de la cama de un bote. Hoy iba a ser el gran día, hoy su vida iba a cambiar.
Subió al coche y fue hacia el local. Ahí estaban sus chicos, dispuestos a triunfar. Estaban montando ya todo el escenario, y pronto harían las pruebas de sonido.
John vio a unas chicas entrar al local. Una, morena, alta, con una sonrisa en la boca. La otra, rubia, no muy alta, pero con las mejores piernas que había visto en mucho tiempo. Fue hacia ellas.
- ¿Venís a ver a mis chicos?
- ¿Son tuyos?
- No, pero soy su manager.
El concierto empezó y John estaba más pendiente de la rubia que de sus chicos. Se llamaba Natalie, era una niña de papá. Rica y tonta.
John, deseoso de ser un manager rico e importante, quiso aprovecharse de Natalie. Se veía muy fácil, era tan tonta y el tal listo... Que hacerse rico era una cuestión de tiempo.
Natalie se enamoró de el. Y le daba todo lo que le pedía, absolutamente todo.
Noche tras noche John conquistaba a Natalie en la cama. Y ella, fascinada, se deshacía ante sus pies.
Con el dinero del grupo y de su rubia de bote, John se compró un cadillac. Rojo, precioso. El grupo iba más bien que nunca, estaban preparando ya el segundo disco. Eran conocidos en todo el estado, tenían miles de groupies a su alrededor.
Pero un día, a Natalie se le aclararon las ideas. Vio lo que John estaba haciendo con ella, y quiso vengarse. Era rubia, pero no tonta. Así que pidió ayuda a su amiga. Decidieron emborracharle más de lo normal, y meterle algún que otro somnífero a la bebida. John, aficionado a beber en todos los conciertos hasta echar el hígado por la boca, se bebió todo lo que Natalie le ofrecía.
Al acabar el concierto Natalie dijo que se quedaba con una amiga que estaba mal, que John fuera tirando para casa.
El maravilloso manager subió en su maravilloso cadillac. Aceleró, quería comprobar cuanto podía correr su cadillac, su maravilloso cadillac rojo. Se metió por unas carreteras peligrosas que había por la zona.
Algo fallaba, el coche se le desmadró, y daba la sensación de que había más curvas que nunca. Una fuerza superior a su cerebro se apodero de todo su cuerpo. El miedo. Sentía miedo, mucho miedo. Sus manos no respondían, y su pie no soltaba el acelerador en ningún momento. Su maravilloso cadillac aprendió a volar por un momento, voló por el barranco, con el maravilloso manager dentro. Pero todo lo que sube baja, y el cadillac bajo en picado.
John estuvo cinco meses en coma. Y todos los de su alrededor se vengaron de el durante los cinco meses.
Cuando este despertó, el mundo se le vino encima, no le quedaban amigos, porque los había dejado ya que no estaban a su altura. No tenía a sus chicos, porque no le soportaban ni como amigo ni como manager. Su rubia tonta (aunque John dudó de que en algún momento fuera tonta) reparo el cadillac, que quedo mejor que el dueño y se fugo con el bajista del grupo. Le habían embargado la casa de la playa, la de la montaña y la de la cuidad. No tenía dinero, Natalie saco todo el dinero de su cuenta bancaria antes de fugarse. Sus padres no le querían en casa, porque era un incompetente. No le quedaba nada, solo 3 cicatrices por el cuerpo y un vago recuerdo de todo.
En la pared blanca, una mancha. En la pared blanca, un agujero. Y llegas y me llenas la pared blanca de cuadros. Ya no se ve ni la mancha ni el agujero. Pero están ahí. Duelen.
Te vas y quito los cuadros. Que feos eran. Ahora hay más agujeros, los de los clavos. Duelen mucho más.
Era muy de noche, aunque las estrellas no se veían, estaban ahí. Hace años que no se ven estrellas en el cielo de esta cuidad.
Y le vi a el, intentando encontrar una estrella en todo el cielo oscuro.
El se percato de que estaba ahí, y se alejo.
Seguía mirando al cielo impacientemente, intentaba encontrar ni que fuera un puntito de luz, algo que le indicara que las estrellas no habían muerto, que seguían ahí.
De bien pequeño su abuela le había contado que sus padres se habían ido al cielo para ser estrellas, para alumbrar el cielo en las noches tristes y oscuras.
Algo fallaba, su abuela no le podía haber mentido, no a el. Pero... ¿Donde estaban sus padres, entonces? Si no había ninguna estrella en el cielo quería decir que sus padres ya no estaban ahí. Le habían vuelto a dejar solo. Otra vez.
Pero de pronto algo en el cielo brillo. No era una estrella, era una explosión, todas las estrellas habían explotado y caían en picado hacia el.
Se emociono ya que pensó que sus padres volvían. Y fue corriendo para ver si alcanzaba alguna estrella y abrazarla. Alcanzo una, una muy grande. Y la abrazo con todas sus fuerzas. Esa estrella le quemó todo el cuerpo.
Se fue al cielo a ser estrella y alumbrar en las noches tristes y oscuras. Pero sabía que no servia de nada alumbrar, desde su ciudad su abuela no podía ver las estrellas. La fue a buscar.
Estoy encima del tejado. A mi lado estas tu, y más allá, Laura y José. Ellos discuten, así que nosotros de mientras miramos las estrellas mientras hablábamos.
Y me sales otra vez con la misma conversación, ¿nunca has aceptado que te rechazara? Pero si éramos crios... Y mientras me lo repites me río, y tu me tiras de las trenzas para hacerme callar. Me encanta que hagas eso. Me gusta estar contigo así, hablando y riendo. Lo echaba de menos.
Laura y José ya no discuten. Ahora se besan. No los entiendo, pero da igual, así puedo estar a solas contigo. Necesito preguntarte algo, pero tu no quieres que saque ese tema, mejor me callo.
Te digo que tengo frío y me abrazas. Y al oído me susurras que estamos en pleno Agosto, que como tengo frío. Me das un beso en la mejilla y te quedas callado. Estoy tan bien entre tus brazos... Nos damos cuenta de que estamos solos en el tejado.
Los dos sabemos que es imposible que nadie tenga ganas de salir al tejado, los dos sabemos que las 20 personas de la casa están compinchadas para dejarnos solos. Pero que más nos da... Ninguno de los dos queremos que pase nada ¿no?
Aun espero que llegue Agosto para volver al tejado, no te olvides de volver.
Tenía un secreto.
Sí, lo tenía, pasado. Pero me he traicionado. Mi cabeza le contó un secreto a mi corazón y el lo ha ido diciendo por todos los sitios. Ten corazón para esto...
He hablado con el, para a ver que explicación me daba esta vez, me ha dicho que lo ha contado por gusto, porque le apetecía contárselo a alguien. Y como tengo un corazón bocazas y estupido te lo ha contado a ti. ¡Precisamente a ti! Y ahora mi cabeza cada vez que te ve siente vergüenza y a mi corazón le entra la risa floja.
Nunca más le confiare ningún secreto a mi corazón, a ver si se muere de asco.
Creo que mi conejo se ha quedado inválido. Mañana lo llevaremos al veterinario, de momento está en su jaula, quieto. No se mueve, creo que aun esta aturdido por todo lo que ha pasado.
Lo hemos dejado en la mesa para que andará pero se cae, le falla algo por detrás. No puedo evitar estar preocupada, solo hace 5 días que esta en mi casa, solo es un conejo, pero me sabe mal ver un animal jodido de esta manera.
Y tampoco puedo evitar acordarme de mi abuelo, que por un fallo, por un idiota, también esta en silla de ruedas. Y ya no es el, cuando le voy a ver parece que no sea consciente de nada., solo come y duerme. Su vida se reduce a eso. ¿Que más puede hacer con tanta poca fuerza de voluntad?
Hablando de fuerza de voluntad, me acuerdo del padre de una amiga, que por un fallo, por otro idiota, también se quedo en silla de ruedas. Pero el tenia fuerza de voluntad y ha conseguido andar, subir escaleras, todo esto con muletas, pero no se ha quedado estancado en una silla cuando podía conseguir volver a andar.
Y joder, me acuerdo del imbecil, del cabronazo.... Vale, mejor dejo de recordar.
Voy a ver al conejo, a ver como esta...
Entro, esta lleno de gente, todos riendo, hablando, fumando, bebiendo, jugando. Subimos a la parte de arriba, esta más tranquilo todo.
Una espesa capa de humo lo cubre todo. Hay tres billares alineados, en el del fondo, hay un grupo de jóvenes, que no juegan, solo están sentados encima de el, riendo y hablando. El segundo está vacío, y el que se encuentra más cerca de nosotros también. Nos sentamos todos encima del billar, hablando y riendo. Somos dos grupos de amigos mezclados, no nos conocemos mucho, pero nos reímos más que nunca. En el fondo no somos tan diferentes.
Al rato, otro grupo de amigos llegan y se sientan en el segundo billar. Ríen y hablan. Nadie de los que estamos en los billares jugamos al billar.
De pronto, el dueño del local, Juan, sube. Y de golpe todos bajamos del billar, sacudimos las migajas de comida que hemos dejado, sacamos unas bolas, los palos y hacemos ver que jugamos.
Juan se va y todos volvemos a sentarnos encima de los billares, volvemos a hablar y a reír.
Nadie de ese local es diferente a nosotros, todos sabemos que Juan no deja sentarse encima de los billares para reír y hablar. Y todos cuando lo ven subir bajan y hacen ver que juegan.
Juan sabe que nadie juega, pero Juan también fue joven.
Y día tras día, nos escondemos de Juan para sentarnos en los billares para reír y hablar un buen rato, toda la tarde si en la calle hace frío.
Me gusta que todo sea tan monótono.
A los dos años aprendes a hablar.
A los tres años los colores.
A los cuatro, aprendes a contar.
A los cinco te enseñan a escribir.
Durante años, te enseñan donde poner la b y la v, la h, los acentos...
También te enseñan todos los verbos, los indicativos, los subjuntivos, el pretérito pluscuamperfecto, el condicional...
Años haciendo redacciones, dictados, poemas.
Y todo esto para que ahora, vea una hoja en blanco y no sepa por donde empezar a escribir, no sepa expresarme...
Por favor, cuando vuelva a nacer, cuando me reencarne en un niño tonto pijo y mimado... enseñarme a expresar mis sentimientos en una hoja de papel, y así, a lo mejor, me revelare.
Tengo una duda, hace mucho que la tengo, y nunca nadie me ha sabido responder.
¿Cuándo fue la primera vez que llore por pena? Los niños pequeños lloran constantemente, cuando se caen, cuando se enfadan... Pero, ¿Alguien se acuerda de cuando fue la primera vez que lloro de pena? Yo no me acuerdo, por más que me esfuerce mi mente no me permite hacer esa regresión al pasado y comprobarlo, no lo consigo...
Veo a mi prima pequeña de 5 años, y no me atrevo a preguntárselo, no creo que me sepa responder (o si, no lo se... pero prefiero no preguntárselo) He visto a mi prima llorar, pero porque se enfada, porque su madre le riñe, porque se cae... Pero no creo que aun lo haya pasado nada importante para que alguna vez llorara de dolor, de pena.
Es todo un instinto, lo se. Se que esto sale cuando sale, que no se puede calcular... Pero a toda la gente que le he preguntado no se acuerda, o no le interesa lo más mínimo de lo que le estoy hablando.
Y vosotros, ¿Sabéis cuando fue vuestra primera vez?
-...Solo 5 minutos más, te juro que ya salgo.
Estaba asustada, no sabia que hacer. Tenia que salir ya, pero... ¿con que cara podía salir y que no me delatase?
Al final me decidí, agarré bien fuerte el bolso, mire que nada estuviera apunto de caerse de la falda, y salí.
La alarma empezó a sonar, y yo eché a correr en el mismo momento que el vigilante se dio cuenta de la alarma. Los tacones me molestaban, intente quitármelos a medida que corría. Todas las joyas que llevaba en la falda se me estaban clavando en la cadera, y el bolso pesaba demasiado, y me desequilibraba hacía la izquierda. Veía al vigilante que aun no había desistido en la persecución, y lo tenía a un metro.
Necesitaba deshacerme de algo, así que tiré la chaqueta, donde solo tenía 4 relojes. Intenté darle en la cara al vigilante, pero aun fue mejor. Se le fue a los pies, donde las mangas de mi chaqueta se liaron por sus piernas haciéndole tropezar.
Me metí por un callejón mientras el estaba ocupado levantándose. Seguí corriendo por unas calles de la parte vieja, hasta que llegué a una plaza donde no había nadie.
Ring...Ring... Ring...
-¿Si?
-¿Dónde estás?
- No, donde estas tu.
-Estoy en la plaza del rey.
- Esta bien, ya he hecho lo que me habíais pedido, ahora dime, ¿Donde esta Carlos?
- ¿Dónde están las joyas?
- Hacemos una cosa, dime donde esta Carlos y yo voy ahí con las joyas.
- No, ven tú al parking de la avenida vieja. A las 11.
Busque un maletín para poner las joyas, como en las películas. Me costo mucho encontrarlo...Parece que en USA es mas frecuente usar el maletín para traficar con joyas que en Barcelona. A las 11 menos 5 ya estaba con mi maletín entrando en el parking. Toda yo estaba temblando, no sabia lo que iba a pasar... A lo mejor Calos no estaría ahí, solo era una jodida mentira para conseguir las joyas, y seguir teniendo a Carlos de rehén para que yo robara a su disposición. O a lo mejor ya le habían matado, quien sabe.
Estuve esperando un rato, pensando mucho (demasiado). Hasta que escuche el ruido de un coche, un jeep. Me levanté de golpe y agarre el maletín bien fuerte.
En el coche se distinguían claramente 3 sombras. Solo bajaron dos hombres.
- El maletín, dánoslo.
Su voz era la del teléfono.
- ¿Y Carlos?
- En el coche.
- Pues que baje.
El hombre le hizo un gesto al otro, para indicarle que dejara bajar a Carlos del coche. La tercera sombra se bajó del jeep. Al ver a Carlos la cara se me ilumino. Tenía toda la cara llena de golpes, y el labio roto. Me miro y me tiro un beso.
- Ten, aquí tienes a Carlos, ¿contenta? El maletín venga, que no tenemos toda la noche para ti solita.
Le di el maletín y Carlos vino corriendo a mí. Ellos se montaron en el jeep y se fueron inmediatamente. Fui a abrazar a Carlos, pero el me aparto con los brazos.
- Ey nena... Gracias por haberme salvado de estos tíos... pero hay otra.
- ¿Qué?
- Que hay otra... que me olvides.
Carlos se fue y me dejo ahí. Llorando, llorando de rabia.
Tengo miedo de llegar a casa y encontrarme otro cambio. Ayer, llegue y todo me pareció un sueño (o una pesadilla). De repente, tenía madrastra, hermanastro y un conejo.
Lo siento, pero estos cambios no me gustan de un día para el otro.
El niño, es hiperactivo, 4 años, más listo que el hambre.
La madre, se ríe en cada frase que suelta alguien.
Y el conejo... el conejo es alvino, y me mira de reojo con esos ojos rojos que me dan miedo, pero al menos no habla.
Ayer tuve que cenar, no pude estar en el ordenador más de 5 minutos y no pude escuchar música, porque mi música no concuerda con el ambiente familiar que ha aparecido en esta casa.
El niño esta tarde ha vuelto. Me asusta... Tiene los ojos de ZP.
He decidido quedar como la rarita de la casa, encerrarme en el cuarto, poner música y estar en el ordenador el tiempo que me parezca. Y por supuesto, no me voy a sentar en el comedor para cenar como la familia más feliz de la tierra.
Me gusta esta gente, pero no me gusta tener que hacer ver que soy una hija modélica.
Bua, intento arreglar un poco el diseño de esto, porque no estoy nada contenta... Si alguien sabe como ayudarme, que me avise. (Estoy pidiendo ayuda urgente disimuladamente)
1º. Quiero poner un radio-blog, pero no se como colgarlo. Ya lo tengo hasta descargado al ordenador.
2º. Quiero poner una imagen de fondo, soy cateta y no se.
3º. ¡Quiero ser menos cateta!
Quiero mentirte y decirte que te vendré a buscar en avión. Con un avión de papel. Que si llueve, se derrite.
Quiero mentirte y decirte que ya no me gustas. Que te odio.
Quiero mentirte y decirte que tu mirada ya no me da miedo. Que puedo mirarte a los ojos cuando quiera.
Mentir es dar paso a la imaginación, déjame imaginar.
Me gustaría mentirte y decirte que te vendré a buscar en avión. Con un avión de papel. Pero al llorar se derretiría, y tengo ganas de llorar.
Me gustaría mentirte y decirte que ya o te quiero. Que te odio. Pero soy incapaz de odiarte.
Me gustaría mentirte y decirte que tu mirada ya no me da miedo. Que puedo mirarte a los ojos cuando quiera. Pero no, no puedo, no si me miras a los ojos.
Decir la verdad me cuesta tanto... Déjame hacer un esfuerzo.
He estado buscándolo.
He buscado en las páginas amarillas, en las blancas en las azules y en las del arco iris y no lo he encontrado.
He buscado en todas las canciones del mundo y no lo he encontrado.
He buscado dentro de todos los corazones de la tierra y no lo he encontrado.
He buscado en todos los paquetes de crispies y en ninguno lo he encontrado.
He buscado por toda la red internautica y no lo he encontrado.
He buscado debajo de todas las almohadas y no lo he encontrado.
He buscado en la azotea y no lo he encontrado.
Lo he buscado mucho, y soy incapaz de encontrarlo. Dime, ¿me puedes ayudar?
¿Donde guardé mi orgullo?
Hoy llueve. Esta mañana la lluvia me ha despertado a las siete y media. Hay una barandilla metálica enfrente de mi habitación, y hace que la lluvia al caer suene mucho más fuerte. Un sábado cualquiera me hubiera molestado mucho la lluvia, pero hoy me gusta.
No se porque, hoy me siento parte de esta lluvia. Siento que soy una gota de lluvia, y que caeré sobre ti.
Me deslizare por tu pelo y seguiré sobre tu frente, pasare por tus ojos oscuros que tanto me miraron y correré hasta llegar a tus labios, que tanto me han besado. Pero en tus labios estaré poco tiempo, el justo para que otra gota me empuje para quedarse ella en mi sitio.
Y yo caeré, caeré al suelo buscando alguna parte de ti a la que aferrarme, pero tú habrás salido corriendo con otras gotas. Al llegar al suelo, de pronto, notare como me descompongo en miles de gotitas, ya no seré nada, pero formare parte de un charco. El charco con el que te resbalarás siempre al pasar, con el que intentarás no ahogarte, el charco que tú mismo creaste gota a gota, lluvia tras lluvia.