cuelgalo

¿Final feliz?

Salí a buscarte, y en tu lugar lo encontré a el, frágil y mojado por sus propias lagrimas. Parecía tener heridas por todo el cuerpo, tan grandes y hondas que daba la sensación de que nunca cerrarían, todas tenían forma de ocho.
Me contó que esa forma se debía a que era el número de veces que lo había pasado mal en esta vida.
Estuve hablando con el durante horas bajo el coche donde le encontré. Cuando mi cuerpo ya estaba cansado de estar en esa postura tan incomoda y mi mente de interpretar todo lo que en poco tiempo había pasado, le invité a pasar la noche a casa.

Lo lavé y le curé las heridas con alcohol, sabia que le iba a doler, pero era el único remedio.
Supuse que tendría sueño y que necesitaría calor humano, así que lo lleve conmigo a la cama, se acomodo sobre mi pecho desnudo, pero ninguno de los dos podía dormir. Le empecé a susurrarle canciones de amor al oído.
Estuvimos toda la noche así, a oscuras, yo susurrándole canciones al oído y el, de vez en cuando, mordisqueándome los pechos o acariciándomelos.
Al cabo de unas horas descubrí que cuando le susurraba canciones que acababan bien me mordisqueaba, desde ese momento solo le cantaba canciones con el mismo final; "Todo acabó bien, fueron felices..."

No le gustaba que le repitiera las canciones, así que al final de la noche me quede sin repertorio. Y el decidió mudarse al fondo sur de mi cama, al lado de mis pies fríos, que de vez en cuando dan una patada.
Estando en mis pies la herida fue cerrando a un ritmo sorprendente, aunque le escuchara llorar noche tras noche.
Cuando se recupero se fue, así, sin más. En mi pecho esa misma noche apareció una herida en forma de 7.

Pero un día, cuando menos me lo esperaba, el volvió y me arrancó la camisa. Me puso a dormir al fondo sur de mi cama, junto a sus pies, que nunca m dieron ninguna patada.
Pero noche tras noche, el echaba sal a mi herida para que nunca me fuera.