cuelgalo

Próxima parada...

Ding, dong, ding...
Próxima parada, TU VIDA.
Y ahí me baje, esperando encontrar un mundo de felicidad, donde todos sonríen y me dan los buenos días al pasar. ¿Esperaba encontrar un mundo falso? Sí, lo necesitaba, necesitaba pensar que todos me querían, que mi vida la vivía alguien a quien querían. Pero la realidad estaba ahí, y dolía.
Vi mi libertad en una esquina, arrugada y medio rota. A su lado, moribundo, ya, estaba mi orgullo. Y sin poder evitarlo, empecé a llorar, no podía evitarlo. Ver todo por lo que había luchado en ese estado, lleno de mugre, me hizo sentir inútil.
En una pared, al fondo, había retratos de toda la gente de mí alrededor. Todos me señalaban con el dedo y se reían. Se reían mucho, sus carcajadas resonaban por mi cabeza una y otra vez. Eso me hizo enfurecer, no me gusto ver que en mi propia vida, el único que no ríe, ni es feliz, soy yo.
Me di media vuelta, buscando una puerta para salir. Mis ojos buscaban desesperadamente una salida de emergencia, unas flechas que me indicaran el camino a la salida, pero no encontré nada. Estaba condenada a quedarme en mi vida, para siempre.

Ding, dong, ding...
Próxima parada, Plaza Cataluña.
Mierda, ¡me he vuelto a quedar dormida en el tren!